El perro bloqueó el paso de la ambulancia y no se movió… Los médicos quedaron atónitos por lo que vieron.

HISTORIAS DE VIDA

El paso de la ambulancia estaba bloqueado por un perro que no dejaba pasar al vehículo. Los médicos quedaron atónitos ante lo que vieron.

Esa noche, la ambulancia regresaba de una intervención. El personal médico regresaba a toda prisa, exhausto pero aún concentrado, pues el día había sido caótico, llamada tras llamada. El vehículo se detuvo de repente y el perro quedó sentado en medio de la carretera.

Estaba justo delante de la ambulancia. Ni las luces intermitentes ni los intentos de ahuyentarlo sirvieron de nada; no se movía. Parecía estar intentando decir algo.

El paramédico salió del vehículo, pensando que el perro podría estar herido o desorientado. Pero el perro no huyó ni mostró señales de pánico; simplemente se hizo a un lado con calma.

El conductor dijo en voz baja: «Algo anda mal aquí».

«Vamos a comprobarlo», sugirió la enfermera.

¡Aquí! ¡Rápido!, gritó.

El anciano yacía bajo los arbustos, en la hierba. Inconsciente, con el pulso débil y los labios morados. Estaba solo y nadie lo habría encontrado de no ser por el perro.

Los médicos inmediatamente comenzaron a administrarle oxígeno, a hacerle ejercicios de estiramiento y a ponerle inyecciones. El hombre fue trasladado de urgencia al hospital. ¿Y el perro? Siguió a la ambulancia todo el tiempo. Cansado, pero sin quedarse atrás.

Nadie en urgencias ahuyentó al perro. Alguien le dio comida, cuidados y agua. Todos estaban encantados con su lealtad.

Al día siguiente, el hombre fue trasladado de cuidados intensivos a una sala normal. Entonces, todos, desde el personal de limpieza hasta las enfermeras auxiliares, le suplicaron al médico jefe: «Por favor, deje que el perro vea a su dueño… ha hecho tanto por él».

El médico se negó persistentemente.

Se hizo el silencio mientras el perro entraba en la habitación. El hombre luchaba por levantar la cabeza… y empezó a llorar. El perro se acercó lentamente a la cama, se apoyó en ella y emitió un suave gemido.

Después de eso, las cosas empezaron a mejorar. Todos los días, el paciente esperaba a su amigo junto a la ventana. Le hablaba y le aseguraba que lo sacaría a pasear en cuanto pudiera.

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