A los 77 años vendí todas mis pertenencias para comprar un boleto y ver al amor de mi vida, pero algo inesperado sucedió en el avión.

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A los 77, vendí todas mis posesiones para comprar un boleto y ver al amor de mi vida, pero algo inesperado ocurrió en el avión.

Vendí todo lo que tenía. El viejo auto, la silla, los discos. Incluso el reloj, que recibí al jubilarme. Todo por un solo boleto. Solo de ida.

Reencontré a mi vieja amiga, de quien me divorcié joven y tontamente, y a quien no había visto en casi 50 años. Pero siempre la quise solo a ella y siempre pensé en ella. Pensé que me había olvidado. Pero no fue así, a pesar de que se casó con otro y tuvo un hijo.

Ahora tenía la dirección de mi amada esposa. Su hijo respondió a mi carta; dijo que ella aún lo recuerda todo.

El avión despegó, apreté la foto contra mi pecho. Estamos riendo en ella, aún jóvenes, a la orilla del río. Le tomé la mano. La foto es vieja, descolorida, pero me sabía de memoria cada curva de su sonrisa. Después de nuestro último encuentro, no la volví a ver y no sabía qué aspecto tenía ahora.

A gran altitud, cuando el avión se adentró en las nubes, mi teléfono vibró. No me apresuré a mirar. Mi corazón ya latía con fuerza. Pero lo abrí. Y entonces mi mundo se derrumbó; ahora no sé cómo seguir viviendo. Continúa en la primera reacción👇👇

“Lo siento… Mamá murió anoche. Esperó. Te esperó tanto.”

No sentí dolor. Solo… vacío. Como si todo dentro de mí se hubiera quedado en silencio de repente. El mundo se oscureció. No recuerdo cómo mi cabeza se echó hacia atrás. Solo oí gritos, pasos, alguien que decía algo, alguien que me tomaba de la mano.

Me desperté —más tarde. En el suelo. Rostros desconocidos a mi alrededor. Alguien me dio agua. Alguien me preguntó cómo estaba. Asentí. No tenía nada que decir. Solo una cosa:

— “Iré de todos modos. Lo prometí.”

Y llegué. Compré un ramo —sencillo, flores silvestres—. Fui al cementerio. Encontré su lápida. Me senté a su lado. Dejé la foto. Y la entrada.

— «Perdón. Llegué tarde».

Entonces me quedé sentado. Escuché el viento. Y el silencio. Ella está aquí. Lo sabía.

Siempre es así: creemos que aún tenemos tiempo, que aún podemos abrazarnos, besarnos, y sin darnos cuenta nos despedimos por tonterías, y luego suele ser demasiado tarde.

Nunca pude ver a mi amada, aunque esperé casi toda mi vida para encontrarnos.

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