Este pingüino recorre una distancia de más de 8.000 kilómetros cada año. Corre hacia la persona que le salvó la vida hace cinco años.

HISTORIAS DE VIDA

¡Mueve la cola y chilla de alegría! ¡Mira este par!

Si eres nuevo en Internet, probablemente hayas encontrado historias sobre animales que regresan con sus dueños después de viajar cientos de kilómetros. Hoy contamos (y mostramos) una historia completamente inusual: la amistad, o mejor dicho, el amor, entre un pingüino y un humano.

En 2001, un albañil jubilado de 71 años llamado Joao Pereira de Souza, de un pequeño pueblo en una isla cerca de Río de Janeiro, Brasil, encontró un bebé pingüino moribundo cubierto de petróleo en las rocas. Limpió el aceite de las plumas, llamó al pequeño pingüino Jingjing y lo alimentó con pescado todos los días hasta que recuperó sus fuerzas. Este fue el comienzo de una fuerte y extraordinaria amistad entre pingüino y humano.

Una semana después del rescate, Joao intentó liberar al pingüino nuevamente al mar, pero el ave se negó a abandonar a su rescatador. Después de vivir con Joao durante otros 11 meses y cambiar su esmoquin de la infancia por plumas rígidas, Jingjing navegó hacia un destino desconocido.

Sin embargo, unos meses después, Joao volvió a encontrarse con Jingjing en la playa y regresaron juntos a casa.

Durante cinco años, Jingjing vivió con su rescatador cinco meses al año y pasó el resto del tiempo en la costa de Argentina y Chile.

Se cree que nada más de 8.000 kilómetros cada año para encontrar al hombre que lo salvó.

«Quiero a este pingüino como a mi propio hijo, y creo que él también me quiere. No deja que nadie lo toque, pero si alguien lo intenta, empieza a picotearlo. Se acuesta en mi regazo, me deja bañarlo, darle sardinas y cargarlo», dijo Joao.

“Todo el mundo dice que no volverá conmigo, pero lleva volviendo cuatro años”.

Me visita en junio y vuelve a casa en febrero. Cada año se muestra más cariñoso y creo que le hace más ilusión verme.


«Nunca había visto algo así. Creo que el pingüino considera a Joao parte de su familia. Cuando lo ve, mueve la cola como un perro y chilla de alegría», declaró el biólogo profesor Krajewski a The Independent.

Rate article
Add a comment