Abbie y Jonathan llevaban tres años felizmente casados cuando dieron la bienvenida al mundo a su hijo Timothy.
Vivían en Austin, Texas, compartiendo su casa con la madre de Jonathan, Susan. Aunque Susan no era abiertamente mala, su naturaleza controladora le hacía la vida difícil. Ella siempre quiso tener control total sobre la vida de su hijo. Jonathan, que se autodenominaba “mamá cerda”, rara vez se oponía a su voluntad, lo que le daba a Susan confianza y dominio. Pero cuando Abbie llegó a la vida de Jonathan, todo empezó a cambiar. Abbie se convirtió en el centro de atención de Jonathan y Susan se sintió celosa. Se dijo a sí misma que Abbie le había quitado a su hijo.
La tensión aumentó y Abbie ya no podía ignorar la hostilidad. Ella sugirió que se mudaran, pero Jonathan descartó la idea.
—¡Ay, cariño, vamos! Ya sabes cómo es mamá. Puede parecer dura, pero tiene buen corazón. Te quiere tanto como yo —le aseguró.
Pero Abbie sabía más y sus peores temores se confirmaron cuando nació Timothy. Cuando Jonathan y Abbie regresaron a casa del hospital con el recién nacido, Susan mostró sus verdaderos sentimientos.
“¡SAL DE CASA CON ESE NIÑO!” Ella gritó con voz venenosa.
Horrorizada, Abbie preguntó: «Susan, ¿qué pasa? ¿Por qué dices eso?».
¡Ese chico no es pariente de mi hijo! ¡Ni siquiera se parece a Jonathan! Susan mintió con enojo en su voz.
Abbie se volvió hacia Jonathan con lágrimas en los ojos. ¡Sabes que no es verdad! ¡Di algo!
Pero Jonathan bajó la cabeza y permaneció en silencio junto a su madre.
Desesperada por la traición de Jonathan, Abbie tomó la dolorosa decisión de irse. Ella empacó sus cosas y regresó a vivir con sus padres, decidida a criar a Timothy sola.
Pasaron los años y la perseverancia de Abbie cambió su vida. Se las arregló bien como madre soltera y le dio a Timothy un hogar amoroso. Finalmente encontró el amor nuevamente con Edward, un amable viudo con una hija, Caroline. Juntos crearon una hermosa familia llena de alegría y apoyo.
Un reencuentro inesperado
Abbie había superado su doloroso pasado… hasta que un día todo volvió.
De camino al trabajo, Abbie vio a una mujer mayor hurgando en un cubo de basura. Había algo en su abrigo que me parecía familiar. Al acercarse, sus sospechas se confirmaron: era Susan, débil y desaliñada.
“¿Susan?” Abbie susurró en estado de shock. «¿Lo que le pasó?»
Susan cayó a los pies de Abbie, con el rostro lleno de lágrimas.
—¡Abbie, perdóname, por favor! Lo he perdido todo. Jonathan ha muerto y he estado viviendo en la calle. Me muero de hambre…
Sorprendida pero llena de compasión, Abbie ayudó a Susan a levantarse y la llevó a un restaurante cercano.
Durante una comida caliente, Susan contó su trágica historia.
Jonathan había sido robado y asesinado hacía unos años. Devastada, Susan cayó en un profundo dolor y no pudo afrontar la pérdida. Ella abandonó su hogar y vivió en soledad y culpa.
—Ya tuve mi castigo, Abbie —gritó Susan. “Me arrepiento de todo lo que te hice”.
El corazón de Abbie se ablandó. Aunque Susan le había causado un gran dolor, Abbie comprendió que la vida ya la había castigado.
—Está bien, Susan —dijo en voz baja. He seguido adelante. Ahora tengo un marido maravilloso y dos hijos preciosos. La vida me ha tratado bien.
Los ojos de Susan se llenaron de lágrimas de gratitud.
Desde ese día, Abbie comenzó a visitarla y a ayudarla con los recados y las tareas del hogar.
Incluso presentó a Susan a Edward, quien la recibió con amabilidad.
Con el tiempo, Susan se convirtió en parte de la nueva familia de Abbie, asistiendo a cenas y celebraciones. El pasado ya no tenía ningún poder sobre su relación.
La lección de esta historia:
El karma siempre equilibra la balanza. Las acciones de Susan la llevaron a la soledad y al sufrimiento. Pero el perdón es un regalo, tanto para quien lo da como para quien lo recibe.
Al perdonar a Susan, Abbie encontró paz y cierre. Las pruebas de la vida a veces pueden llevarnos a un futuro mejor. El doloroso viaje de Abbie finalmente la llevó a una vida llena de amor y felicidad.