Marina siempre fue una chica común, sin destacar demasiado entre sus compañeros. En los estudios y el juego, estaba al mismo nivel que los demás. Sus sueños cambiaban con la edad: en el jardín de infancia soñaba con una hermosa muñeca, en la escuela primaria con un vestido elegante como el de su amiga y, más tarde, con un príncipe de cuento de hadas y un amor romántico.
El principal apoyo en la realización de los sueños de la joven Marina lo representaban su querido abuelo Stepán y su madre. Estas dos personas constituían todo su mundo y eran las más cercanas a ella. Su abuelo era conocido en toda la región como un guardabosques estricto y de impecable reputación.
Durante años de servicio, nunca se comprometió con los cazadores furtivos, lo que le valió el respeto de la administración regional. Su madre, en cambio, trabajaba como ordeñadora y llevaba una vida bastante reservada, evitando el contacto con los demás habitantes del pueblo.
Este comportamiento de Olga comenzó mucho antes, incluso antes del nacimiento de su hija, cuando su vida estaba llena de dificultades y actitudes negativas por parte de los demás. Creció siendo una niña callada e invisible.
La razón de su comportamiento no radicaba en su apariencia; al contrario, la joven destacaba por sus rasgos delicados, su silueta esbelta y su largo cabello. El problema era que Olga cojeaba de una pierna desde su nacimiento.
Después de la escuela, decidió irse a la ciudad para trabajar y rápidamente encontró empleo en una tienda de comestibles. Su modesto salario le alcanzaba para alquilar una habitación en un piso compartido y llevar una vida sencilla, incluso tenía algunos ahorros. Pensó que en la gran ciudad nadie prestaría atención a su cojera.
Seis meses después de empezar a trabajar, conoció a Sergey. El joven solía frecuentar la tienda y, durante los descansos, pasaban largas horas conversando sobre distintos temas.
Olga estaba fascinada con él, pero no se hacía ilusiones. Por eso se sorprendió cuando él le propuso una cita. Su relación se volvió seria y la joven se sintió feliz.
Varios meses después del inicio de su apasionado romance, Olga empezó a sentirse mal. El médico le dio rápidamente un diagnóstico: estaba embarazada. Olga dudó mucho antes de decírselo a Sergey, pero cuando finalmente tomó la decisión, su reacción fue inesperada.
«¿Estás loca? ¿Un hijo?» – exclamó. «¿Entiendes cómo me veré con una coja como tú? ¿Quieres atraparme? Si es cierto, deshazte de él».
Después de estas palabras, cerró la puerta de un golpe y desapareció para siempre. Esa noche, Olga no durmió, llorando todas las lágrimas que tenía. Ya era demasiado tarde para un aborto, y el médico le dijo que tendría que dar a luz. Después de trabajar un tiempo más, hasta que su jefe notó su estado, empacó sus cosas y regresó con su padre.
¿Cómo podría Stepán no aceptar a su única hija después de la muerte de su esposa? Durante el parto, los médicos, al salvar la vida del bebé, dañaron una de sus articulaciones.
El abuelo decidió que, a pesar de todo, criaría a su nieta. Los rumores de los vecinos solo echaban leña al fuego.
«Olga cojea y ha vuelto con un bebé» – murmuraban los vecinos. «¿Por qué se fue a la ciudad? ¿Para ganar dinero para una operación?» – repetían otros.
En esos momentos, la joven quería huir a cualquier lugar. Pero, ¿dónde podría encontrar refugio si no era con su padre? Después del parto, consiguió trabajo como ordeñadora en una granja local. Su padre la ayudaba a cuidar a la niña durante sus turnos de trabajo.
Su hija crecía rápido. El abuelo la llevaba feliz al bosque, transmitiéndole su amor por la naturaleza. Un día, cuando Marina estaba en el instituto, escucharon gritos aterradores.
«Alguien está pidiendo ayuda» – dijo el abuelo. «¡Vamos rápido!»
El ruido venía de un pantano. Allí encontraron a un pequeño lobo sentado sobre un tronco en medio del fango. El guardabosques lo rescató rápidamente, y Marina, quitándose su chaqueta, envolvió al pequeño. Lo llamó Bolotny, o simplemente Bol.
El lobezno se convirtió en un amigo fiel de Marina. Cuando ella se preparaba para salir, él aullaba, suplicándole que lo llevara con ella, y luego se acostaba junto a la puerta, vigilando la casa. Gruñía a los extraños, protegiendo a su dueña.
Cuando Marina se fue a la ciudad después de terminar la escuela, todos temían que el lobo no sobreviviera a la separación. Durante una semana casi no comió, mirando con tristeza el camino.
En la ciudad, la joven encontró rápidamente trabajo como empleada doméstica a través de una agencia. Su sueño era inscribirse en estudios a distancia en la universidad y convertirse en contadora.
Amaba los números desde el primer grado, pero para una chica común del pueblo, ingresar en la lista de espera era imposible. Decidió ahorrar suficiente dinero en un año para pagar sus estudios.
Un día, su compañera Irina insistió en que fueran a una cafetería después del trabajo. Marina se resistió, pero su amiga fue inflexible: «¡Vas a pasarte la vida entera trabajando! ¿Y tu vida personal? Vamos, habrá gente interesante».
Gracias a esa salida nocturna, Marina conoció a Maksim. Su cortesía y su voz agradable la cautivaron de inmediato.
El joven también quedó fascinado por la naturalidad de la joven: sin maquillaje ni gestos forzados. Pasó toda la noche con ella, temiendo arruinar su felicidad.
El joven comprendió enseguida quién estaba detrás de todo y decidió convencer a Marina de que presentara una denuncia contra los culpables. Intentó explicarle a su amada que la novia rechazada no se calmaría y seguiría intentando lograr su objetivo.
La criminal fue castigada según la ley. Maksim y Marina se casaron y celebraron su boda en la casa del guardabosques. A partir de entonces, todo el pueblo festejó ese feliz acontecimiento, deseándole a la pareja una vida larga y próspera.
Un año después, la pareja tuvo dos encantadores hijos, y con el tiempo, recibieron con alegría la visita del lobo. En esos momentos, el animal se dejaba acariciar por los niños con total entrega.
Desde entonces, la felicidad reinó en la cabaña del guardabosques, llenando el hogar de amor.