A mis 75 años estoy acostumbrado a una vida tranquila. Mis días estuvieron llenos de actividades diarias y recuerdos de mi hija fallecida. Pero una tarde mi vida dio un giro inesperado cuando me encontré con una joven sentada al costado de la carretera con su hijo.
Decidí ofrecerle ayuda y aceptó mi invitación de venir a casa conmigo. La nueva madre Julia y su hijo Adam me dieron un nuevo significado y alegría.
Un día encontré a Julia revisando mis cosas. Me admitió que necesitaba dinero para la cirugía de su hija. En lugar de enojarme, sentí compasión y le ofrecí apoyo.
Me acerqué a la comunidad y la respuesta fue abrumadora. Amigos y vecinos organizaron una recaudación de fondos para ayudar a Julia. La generosidad de los demás le dio una nueva esperanza en la vida.
El día de la cirugía de Aurora, estaba con Julia, ofreciéndome apoyo y recordándome mis propias luchas con Gianna. La operación fue un éxito y Julia estaba llena de gratitud.
Julia y sus hijos se quedaron conmigo y convirtieron mi casa en un ambiente familiar y animado. Me di cuenta de que se habían convertido en mi nueva familia y llenaron mi vida de amor y risas.