Fue un modelo a seguir para niñas de todo el mundo, pero hoy es doloroso verla así. Sin embargo, es enteramente culpa suya.
La confianza es una cualidad clave en una mujer fuerte, y Janice Dickinson, la primera supermodelo del mundo, la encarna como ninguna otra. Reclamó ese título sin vergüenza y, sinceramente, tenía razón.
Conocida por su complejidad, Janice tiene un temperamento fogoso, nervioso y audaz moldeado por su tumultuosa infancia. Al crecer en un ambiente de severo alcoholismo parental, ella y sus hermanas a menudo lucharon por sobrevivir y sufrieron abuso físico y negligencia.
A pesar de estas dificultades, Janice superó las expectativas y alcanzó la fama. Cuando ganó el concurso «Miss Alta Costura» a principios de los años 1970, lanzó una carrera exitosa y apareció en las portadas de revistas de renombre como «Vogue». En una década se convirtió en la modelo mejor pagada del mundo.
Sin embargo, la fama y la admiración dejaron huella. Janice adoptó un estilo de vida salvaje: relaciones tormentosas, abuso de sustancias y las trampas de la fama. Entre sus admiradores se encontraban íconos de Hollywood como Jack Nicholson y Bruce Willis.
Casada cuatro veces, la actual pareja de Janice, el psicólogo Robert Gerner, está a su lado desde hace más de siete años. Ella lo considera un alma gemela y encuentra consuelo en su conexión.
Después de su jubilación, Janice se enfrentó decididamente al envejecimiento, sometiéndose a numerosos tratamientos y cirugías estéticas, que incluso fueron financiadas con importantes deudas. Su búsqueda de la belleza perfecta, alguna vez admirada en todo el mundo, le ha robado su gracia natural y su feminidad.
Hoy, Janice Dickinson se esfuerza por mantener una apariencia juvenil a pesar de los signos evidentes del envejecimiento. Es lamentable que su apasionada búsqueda de la eterna juventud haya eclipsado su antiguo encanto y belleza naturales.