No hay mejor manera de exponer un punto que utilizando una analogía.
Ya sabes, cuando alguien explica algo usando diferentes ejemplos para expresar similitudes.
Y no hay nadie que utilice mejor las analogías que el pastor de una iglesia.
El pastor Andy Harris de la Iglesia de la Cruz en Haughton, Luisiana, compartió una historia en su página de Facebook sobre una mujer que decidió abandonar su iglesia después de haber sido herida por otros miembros de la congregación. ¿Le suena familiar?
No se dice si la historia del pastor Andy fue un ejemplo de la vida real, pero su credibilidad y la analogía que presenta son suficientes para convencernos de su mensaje de cualquier manera.
Su publicación viral se ha compartido más de 231.000 veces.
Según cuenta la historia, una mujer acudió a su pastor para decirle que ya no asistiría a su iglesia.
«¡Oh! Vi a una mujer chismeando sobre otro miembro; un hombre que es hipócrita; el equipo de adoración vive mal; personas mirando sus teléfonos celulares durante los servicios religiosos; entre tantas otras cosas falsas en tu iglesia», respondió ella!
El pastor se entristeció al escuchar su razonamiento, pero no se sorprendió porque ya lo había escuchado todo antes.
Por eso la dejó ir.
Pero no antes de que ella hiciera una última cosa por él.
“Pero antes de irte, hazme un favor:
Toma un vaso lleno de agua y camina tres veces alrededor de la iglesia sin derramar una gota al suelo.
Después de eso puedes salir de la iglesia si quieres”.
Una petición extraña por decir lo menos, pero la mujer sabía que sería pan comido.
Ella siguió sus instrucciones, dio tres vueltas a la capilla con el vaso de agua lleno y volvió con él: tarea cumplida.
“Antes de que te vayas, quiero hacerte una pregunta más”, dijo el sacerdote.
«¿Viste a alguien chismorreando mientras caminabas por la iglesia?» «No», dijo.
Luego le preguntó si había visto hipócritas o conocido a alguien usando su teléfono celular.
“No”, dijo la mujer nuevamente.
Luego, el pastor pronunció esta alegoría que impulsa el paradigma y hace pensar, y que incluso hizo que los incrédulos gritaran “Amén”.
Te concentraste en el vaso, con cuidado de no tropezarte o derramar agua.
Es lo mismo en nuestras vidas.
Cuando fijamos nuestros ojos en Jesús, no tenemos tiempo para ver las faltas de los demás.
Les extenderemos una mano amiga mientras nos concentramos en nuestro propio caminar con el Señor”.
Y eso, amigos míos, es digno de dejar caer el micrófono.