Un anciano sin hogar y un hombre rico se encontraron afuera una noche muy fría. El hombre rico le preguntó: “Veo que no tienes un abrigo de invierno, no tienes frío”, mientras se detenía.
Después de mirarlo por un largo rato, el hombre rico dijo: “No tengo, pero estoy acostumbrado”. Sorprendido por la respuesta que recibió, el hombre rico le comentó: “¡Espérame! Me voy a casa ahora, y cuando llegue, te traeré un abrigo cálido para la noche.
El rostro del anciano se iluminó mientras le aseguraba alegremente que se quedaría y lo estaría esperando. Tan pronto como entró, el hombre rico olvidó la promesa del anciano. Cuando se despertó por la mañana, pensó en el pobre hombre y se apresuró a buscarlo. Lamentablemente, el frío se había cobrado la vida del anciano.
El anciano dejó un mensaje, que el hombre rico descubrió. “Cuando no tenía ropa abrigada, podía soportar el frío porque estaba acostumbrada a él, pero cuando dijiste que me ayudarías, me apegué a tu palabra y me resultó difícil resistirme”.
Moraleja: Nunca hagas una promesa que no puedas cumplir, ni siquiera una basada en el amor. ¡Eso puede no significar nada para ti, pero puede significar todo para otra persona!